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Durante la pandemia para nadie fue un secreto que el sector artístico fue sumamente golpeado y poco tomado en cuenta, muchos artistas se vieron obligados a “reinventarse”, la cuál fue una palabra que se puso muy de moda hace dos años y no fue muy bien recibida.
Muy pocas fueron las opciones que se dieron para muchos artistas que viven en Costa Rica. La abrupta situación tan precaria en las que nos vimos envueltos, nos angustió a muchos e hizo que a veces nos cuestionemos si tomamos el camino correcto.
Después de la pandemia muchos lugares escénicoscerraron, otros se mantuvieron alpie de la lucha, haciendo miles de sacrificios y variando opciones para no dejar morir el lugar. Las restricciones no fueron nuestras mejores aliadas al igual que los aumentos de casos de covid que cada vez nos hacían posponer funciones o actividades después de haber estado mucho tiempo inactivos.
Conforme pasaba el tiempo, el público iba calentando poco a poco, ya que al estar tanto tiempo encerrados, el arte se había convertido en una verdadera necesidad, el compartir y estar presente en el espacio era muy solicitado.
Con el pasar de los meses, se empezaron a habilitar espacios, proyectos, obras y castings. La alegría se manifestó en muchos artistas, pero la ansiedad en otros que no cumplimos (me incluyo) con lo se debe tener al día: seguro de trabajador independiente de la Caja Costarricense del Seguro Social, estar en Sistema de Compras Públicias (SICOP), póliza del Instituto Nacinal de Seguros (INS), etc… una dura realidad que vivimos muchos ya que no podemos pagar estos requerimientos para poder concursar y trabajar.
Si no podemos, creamos nuestros propios contenidos y proyectos, pero a veces es cansado ver que no siempre los recursos son para todos. La famosa frase “prefiero morir de hambre pero cumplir mis sueños” romantiza nuestra precarización laboral. Lamentablemente está tan normalizado el recibir malos pagos, los meses de espera para recibir nuestro pago y muchas veces tener que andar detrás de lo que nos corresponde. Nossentimos un sector olvidado, donde políticos y candidatos presidenciales no creen en nuestras capacidades y, a nota personal, estoy segura que estos ni siquiera van al teatro. Estos no valoran nuestra profesión, creen que es “payasear” y no merecemosun cargo de poder. No nos toman en cuenta y piensan que la cultura es igual que ir a Disneylandia.
¿Qué nos espera estos próximos cuatro años? ¿Qué nos ofrecen los candidatos mientras se avecina estasegunda ronda electoral?
Veo un panorama poco esperanzador y preocupante, con cortinas de humo y promesas que se las llevará el viento. Gente en puestos importantes que nos ven como menos, ya que siempre somos los primeros en sersacrificadoscuando se habla de austeridad y recortes. No, no se puede sobrevivir dos años sin cultura, fue evidente en la pandemia la necesidad de ella. Es esencialpor salud mental de la sociedad, poreducación y también, por el trabajo demuchos artistas costarricenses.
Queremos mejores condiciones laborales, no más recortes. Queremosmejores presupuestos para el sector cultural, que se nos respete como profesionales. Necesitamos arte en las calles, escuelas y colegios. Dejar de ser un sector olvidado y que se nos tome en cuenta. Fue evidente que en tiempos de crisis el arte nos salvó a muchos, no solo desde la posición de artista, sino como público.
Aún tengo una leve esperanza de ver mucho teatro, danza, cine, performance y artes plásticas en todo el territorio nacional y merecemos un gran aplauso por estar al pie del cañón dándolo todo.
Dayana Garita Ramirez.
Actriz y estudiante de la Escuela de Artes Dramáticas.