Gana la más Chancha
Dramaturgia: Madeleine George. Traducción: María Laura Fernández
Dirección: Cristina Barboza Jiménez
Fecha: 19 noviembre 2021, 19hrs
Lugar: Gráfica Génesis
Agrupación: Raíz Teatro
Hora de inicio: 19:05hrs
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Gorda multivalente
Adela Chacón Rodríguez “La Lechuza”
Narradora oral y estudiante de medicina
¿Cómo empezar? “Gana la más chancha” de Raíz Teatro me evocó, sin duda, muchos sabores: experiencias propias y de personas conocidas, mis libros de texto de medicina interna, incluso metáforas de experiencias psíquicas.
Estoy comiendo un plato de cereal con leche… con miel y chispas de chocolate… y una bola de helado de vainilla con caramelo… o dos.
Siempre he amado comer (como las mujeres que nos presenta la obra). Tanto, que me cuesta pensar en algo que no me guste. Muchas veces, pasábamos severas limitaciones en casa y no había más que arroz y frijoles, combinación que ingería con ¡tan buen apetito! Y cada vez que teníamos alimentos suficientes, comía bastante. “Bastante”, así como para ser una niña “rellenita”. Un pariente, con una hija de mi edad, nos hacía comparar nuestros cuerpos; ambas éramos “rellenitas” y nos hacían comentarios sobre la forma de nuestros abdómenes y los “rollitos” que teníamos en las ingles y en las axilas. Teníamos nueve años. Esto me hacía tomar consciencia sobre las imperfecciones de mi cuerpo, pero no me motivaba a hacer nada por estar más saludable.
Un par de años después, entre los once y doce, por fin comencé a bajar de peso, pero no precisamente por haber entablado una relación amable y cariñosa conmigo misma. No. Cuando se empezaron a desarrollar mis senos, me probé una blusa nueva, preciosa, celeste con una mariposa de chispitas plateadas. Me miré al espejo… y no vi más que el cuerpo de una gorda. Debajo de mis pechos incipientes y adoloridos, había rollos de piel, rollos de grasa, pellejo. Gorda, puerca, inmunda (ver a las mujeres de Gana la más chancha de Raíz Teatro con una colita de chancho me recordó cómo me veía a mí misma). Y rompí a llorar embargada por una frustración insondable, asco. ¡Asco de la maravillosa composición orgánica en la que habito! Reduje las cantidades de lo que ingería, me abstuve muchas veces ante la sensación de hambre combinada con ansiedad y tristeza… Agua, agua. ¿Tiene hambre? Tome agua.
Aunque llegué a gustarme como soy, me duele recordar la desesperación que sintió aquella preadolescente ante su imagen distorsionada por prejuicios externos e internos. Los prejuicios hacia la gordura suelen disfrazarse de consejos para la buena salud. Como profesionales, día a día les recomendamos a las personas usuarias de los servicios de salud desarrollar prácticas para bajar de peso, debido a la relación que este tiene con muchas enfermedades. De hecho, en los expedientes siempre anotamos la obesidad como factor de riesgo para diversas complicaciones. Y es cierto. La obesidad (definida como un índice de masa corporal mayor a treinta) implica cambios en vías metabólicas que pueden acelerar o propiciar procesos patológicos, o bien, dificultar la recuperación de estos. PERO NO ES LA CAUSA DIRECTA, NO ES SINÓNIMO DE ENFERMEDAD, es un factor de riesgo como fumar, beber alcohol, permanecer sentado más de seis u ocho horas al día (nos jodimos), exponernos a severas dosis de estrés (nos jodimos aún más), tener relaciones sexuales, caminar bajo el sol, ver el celular por mucho rato e infinidad de cosas que hacemos (o no hacemos) diariamente. ¡Y todo esto es tremendamente ambiguo! Comer y saciar antojos nos genera momentos de placer y bienestar, las relaciones sexuales son parte de nuestra integridad, incluso beber alcohol para algunos… como yo: tomarme un par de cervezas con mi abuela, mirando el jardín y escuchando música, era tomar tragos de vitalidad. Aunque, como médica, no “debería” recomendarle estas cosas a nadie, necesito ser realista: DEBEMOS BUSCAR EL BIENESTAR INTEGRAL (dentro de lo que se pueda).
“Gana la más chancha”, para mí, no solo ronda sobre las implicaciones de ser gorda físicamente, sino también de las restricciones al ingerir otro tipo de sustancias… inmateriales. Por ejemplo, el amor y la ternura, o la tristeza. ¿Ustedes también relacionan –involuntariamente, quizá– su estado de ánimo o sentimientos con su patrón alimentario?
“No coma tanto amor porque parece tonta y le romperán el corazón. No coma tanta admiración porque la defraudarán, ni llene su corazón de confianza y seguridad porque será traicionada. No se beba tan rápido la felicidad porque se acaba, no desayune tantos sueños porque son imposibles y no queda espacio para la realidad… No chupe, de sus heridas, el perdón a usted misma. Necesita odiarse para sobrevivir…”
Pues yo quiero comerme la tristeza porque la veo y la vivo cada día. Quiero comerla sin culpas, digerirla y transformarla. Quiero comerme el amor que me dan mis amigos sin pensar en que quizá mañana no estarán y quiero tragarme todos los sueños que me quepan, porque esto SÍ me hace sobrevivir.
No quiero competir por cuestiones de apetito… solo quiero comer y engordar el corazón sin sentir culpa o asco de mí misma. Si esto me hace una “chancha”, pues: ¡oing, oing!