Desde que tengo memoria me gustan los colores, soy feliz con pinturas de todo tipo: crayolas, tizas, marcadores, lápices de color. Amo utilizarlos así fuera para pintar el dibujo para niños que me daban en pizza hut, hasta los libros para pintar que venden en la calle; yo soy una de esas.
La vena artística siempre ha estado ahí, en mayor o menor grado. Esa vena me llevó a estudiar Arquitectura, carrera que soñé estudiar desde que tenía 12 años. Ya en la carrera, me di cuenta el poco espacio que muchas escuelas y colegios tienen para el desarrollo de la creatividad, de las artes, de la expresión corporal.
Incluso muchos padres delegan este tipo de aprendizaje o crecimiento a las instituciones porque cuando se es adulto, generalmente se olvida que jugar es divertido, que crear cosas genera placer, satisfacción personal y seguridad en sí mismos. El teatro, entre todas las expresiones artísticas, pone todo esto en su práctica. Para hacer teatro, al igual que en arquitectura, se necesita saber un poco de todo (tal vez por eso ambas son un poco incomprendidas y no tan estimadas).
EL valor de hacer teatro se da en situaciones como: crear algo desde cero o tomar algo existente y llevarlo a su máxima expresión; la oportunidad de adaptarse al tiempo y espacio presente, de tomar en cuenta la realidad que se vive, de jugar en el proceso, de divertirse haciendo el trabajo. El teatro deja poder expresar a otros: sentimientos, movimientos, escenarios, darle vida a un texto; permitiendo que nos perdamos en el tiempo, que nos insertemos en esa realidad que se expone, de poder ser parte de algo más grande por un momento. Ese es el valor del teatro y podría decirse que no tiene precio. Es uno de esos momentos que en ocasiones queremos preservar en una foto pero sabemos que la foto no le hace suficiente justicia.
Curiosamente mi escuela de Arquitectura se encontraba a la par de la escuela de Artes Dramáticas en la Universidad de Costa Rica. Sin embargo, conocí a Kath (LaPey) en otro ámbito; y desde entonces ella poco a poco me hizo ser partícipe de esta gran obra, obra que cuando la conocí aún no era Raíz Teatro, al menos no a nivel público. Kath, poco a poco fue sacando esa Raízal aire para ser mostrada y compartida con el público. El esfuerzo, el sabor y sobretodo el corazón – que Katherine dedica y entrega día a día a esta compañía -; ha permitido que Raíz Teatro ya tenga 11 años de darle al mundo experiencias únicas.
Es una compañía que involucra profesionales de diversas índoles, que tal vez muchos se preguntarán: ¿Qué puede hacer una educadora especial, una arquitecta, una administradora de empresas, una farmacéutica juntas? Diversidad. Diversidad de seres humanos, diferentes, con experiencias y formas de ver la vida distintas. Seres sociales e individuos que tenemos la oportunidad tan enriquecedora de unir nuestras visiones, opiniones y vivencias por medio del creer, crear, crecer de Raíz Teatro.
Me impresiona como esta obra Raízgenera conciencia, llega a cualquier parte del país, improvisa y hace magia con elementos esenciales y básicos en sus escenografías que les permiten incluso llegar hasta la puerta de tu casa, la sala de tu casa, una escuela, un centro cultural, la calle porque no, una empresa. Raíz Teatro se adapta a la situación y espacio con tal de compartir su trabajo, porque eso sí, sino fuera por el público, sino hubiera con quien compartir esta gran obra, nada sería lo mismo, y el teatro no sería teatro. Dejarse llevar por los intérpretes de Raíz Teatro, dejarse tentary disfrutarel viaje; es mi recomendación.
Marianela Pacheco
Arquitectura/Propietaria de Ceres Catering Service