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Si de rituales habláramos no tendríamos límites, podríamos mencionar rituales religiosos, rituales, familiares, rituales personales, rituales indígenas, rituales de rituales… y así interminablemente. Recuerdo que los fines de semana en mi familia era tradición ir donde las abuelas, escuchar sus anécdotas, entender lo valientes que fueron al enviar a sus hijos a estudiar, personas visionarias, fuertes y echadas pa´lante. Nada les paraba, ni la guerra del 48, ni el cólera, ni sus miedos, no había crisis más fuerte que ellas. Robles, pilares del pueblo y de la familia. Y por supuesto el café y el pan casero no podían faltar.
En mi familia tradicionalmente le llamábamos “Tomar café” al ritual de los domingos por la tarde, aunque la mayoría tomáramos té acompañado de bocaditos dulces y salados, casi siempre caseros, pero alguna que otra vez, “finolis” compraditos en la cafetería de moda en la APP que la mayoría hemos usado. Todo esto pasaba en la “normalidad” pre pandémica. Es terrible cómo se escuchaban las noticias de un virus mortal en China y quién diría en mi familia o entre mis amigos “esto está por llegarnos también”.
Yo no le presté importancia, hasta que Marzo del 2020 cambió nuestras vidas. Ir a tomar café todos juntos dejaría de ser posible por más tiempo del que imagináramos. Sin sospecharlo en su momento, nos enfrentaríamos al duelo masivo más doloroso colectivamente.
“Qué no toque a los míos”, no quiero pasar por ese dolor, esa angustia, no quiero no poder decir adiós. Ya dejamos de tener posibilidad de trabajar en Teatro por miedo a contagios, porque la empresas y clientes ahora presentaban restricciones, porque se suspendió la presencialidad… y el duelo siguió sumándose, no sólo a nivel sanitario, laboral, familiar, ahora también emocional, mental, psicológico, amoroso, social… ¡Pucha! Cómo cuesta! – Paciencia, Pa- Ciencia, está bien. Todos los procesos requieren de paciencia. Ah y fe, no puede faltar la fe.
Miedo señoras y señores, y ¿el miedo? ¿Qué se supone se hace con eso?
-¿Miedo a qué? – ¡A la Muerte! No quiero perder a nadie, no quiero perderme yo, no quiero que en mi país Costa Rica la gente sufra. Tengo Miedo nivel titánico.
Pero, ¿Por qué crecemos con miedo a la muerte? ¿Por qué no nos enseñan sobre ésta, cómo lidiar con ella? ¿Cómo crecer con la idea de que a veces se pierde, a veces se gana, de que todo se acaba, eventualmente? ¿Llorar basta? La muerte no discrimina, todos la sufrimos. Algunos más que otros, algunos se la merecen, mientras otros luchan contra ella. ¿Y quién decide quién se va o se queda?
En este contexto pandémico tema de todos los días, de t o d o s, esperamos el reporte del Ministerio de Salud como un resultado más de algún juego de azar. Se ha hecho tan cotidiano, tan “normal” y reflexiono sobre el dolor. El dolor de los que pierden a sus seres queridos, el dolor de los que mueren sin nadie a su alrededor, del despedirse “porque no se sabe”, rapidito porque es peligroso, el dolor de gente de todas las edades, jóvenes que merecían ser felices, madres que se van sin poder abrazar a sus hijos, padres que no volverán, amigos a los que no pudimos decirles cuán importantes eran, cuánto les amábamos.
¿Cómo se lidia con eso? ¿Cómo no obsesionarse con eso? Me duele el alma. La gente dice: “ya está mejor”, “ya no sufre”… ¿Será? ¿Qué pasa después de morir?
Quisiera saberlo y a la vez no. Quisiera no tener que extrañar. No tener que luchar no sólo por mi vida y la protección de mis seres queridos, sino por “salir adelante”… ¡reinventarme!
“Re-inventarse” de las palabras que más resuenan en mi cabeza, nadie estaba preparado para esto. O tal vez algunos sí, yo no. ¿Cómo se supone que sea la dinámica ahora, cómo se supone que siga trabajando como actriz?
¿Qué pasará con el teatro, con los actores y actrices de este país? “Teletón”, ¡ajá gracias! “Bono Proteger” un ratico, fondos concursables, ¡bueh! Gracias por hacerlo, gracias por apoyar.
Me rehúso a pensar que el teatro no volverá, me resisto a las nuevas formas de presentarlo. Teatro por zoom, ¿es teatro? ¿Teatro en pandemia? ¿Y eso cómo se hace? ¿Gratis? ¿Teatro virtual? ¿Qué carajos? ¿Teatro por whatsapp? ¿Es en serio?
Estoy enojada, frustrada y sigo acumulando duelos. Las Redes Sociales están activas más que nunca, la gente debe saber que existo. Qué no me olviden los pocos que me conocen, igualmente no quiero olvidar a nadie con los que me he cruzado a lo largo de poco más de 15 años de carrera y en mi vida en general.
Novedades: Se retoman las lecturas dramatizadas, cuentos por Instagram y Facebook, aprender y arriesgarse a hacer videos caseros, hay que cuidar “el set”, el vestuario, el ritmo, los objetos, la luz… igual que en Teatro, la mirada, captar al espectador, igual que en Teatro, llegar a más audiencia, generar interés, probar técnicas, reinventarse… otra vez esa palabra, la odio un poco, me desafía y me gusta a la vez.
Para mi sorpresa, las respuestas han sido ¡Sí! Sí, teatro por zoom, Sí teatro por whatsapp. ¡Qué curiosidad me genera! Colegas jóvenes probando, intentándolo, ¿Por qué no? Quiero saber de qué se trata, lo veo, lo escucho. Me ilusiona. Aplaudo y admiro. Me da esperanza, y calman mi alma un rato. Por unos instantes los duelos ceden. Casi cómo “tomar café” en familia. Sí.
Así como esa Hora del Té con Sorella Morte, de Raíz Teatro. Un grupo al que hay que seguirle la pista. Tres partes para un mismo proyecto, inspiradas en un mismo tema: La Muerte, “Hermana Muerte” su traducción en español. La muerte como motivación para la creación, para dar vida a un espacio único. Así como en la vida misma.Como dice una de sus personajes “la vida y la muerte son complementarias, no contrarias”.Nunca lo había pensado en esa forma. Hasta que fui partícipe como espectadora de esta obra en tres partes.
La primera por whatsapp, ¿Una historia ficticia? No tanto. La entendí a través de sus mensajes, sus audios, sus imágenes. Me solidaricé con su personaje, incluso la viví en algunos aspectos, tantos que tuve que tomar cierta distancia para no afectarme, fue íntima. Dura. Me dejó una molestia en mi corazón, y eso me encantó. Me sentí acompañada. Así como en el Teatro.
La segunda parte me revolcó y removió todo al mismo tiempo. Tomar el té de hierbas con la Dama del Olvido, mi mayor temor: Olvidar, ser olvidada. Con sus cinco hierbas, su voz, su mensaje y esas imágenes tan sencillas me integré a ese ritual, una y otra vez, una y otra vez. Inexplicable cuánto significó para mí. Un sueño, una visión poética y hermosa sobre “soltar y fluir” tan necesario, no sólo dejar ir ese cuerpo, esa alma. Es soltar aquello que nos mortifica, aquello que no nos deja ser totalmente, sentir el “aquí y ahora”, dar muerte a lo que ya no es necesario, a lo que fue y no volverá, y hacer espacio a lo nuevo. Quise disfrutar de esa hora del té con la Dama del Olvido, y así lo hice. Me di el espacio cuántas veces me fue necesario, tanto que empecé a recitar su mensaje cómo si fuera mío, ¡La amé! Y la seguiré amando. Pero sobretodo la agradecí, porque me cambió, me dio una sacudida inesperada… así como El Teatro. Con la diferencia y ventaja de que tenía acceso ilimitado a ella por un espacio de tiempo determinado. Quiero escucharla todos los días. Recomendación terapéutica y didáctica, hay que ver la facilidad con la que su intérprete atrae.
Aprendí sobre la preparación tan importante para un “paso” como este: el de perder a alguien, el de perder (me) de los demás. Cuando me preparaba para una fiesta o evento importante, con anticipación pensaba en qué vestir, cómo maquillarme, a qué hora alistarme, a qué hora comer y qué comer, de alguna manera planear pero siempre estando abierta a lo que pasara. Ser parte de la idea de que siempre estaremos, y siempre regresaremos. Pero ahora, todo es diferente, la frase del día últimamente (en el último año y medio) es “hoy estamos, mañana no sabemos” y se repite como decir, “Pura vida”. Por eso , Preparar el cuerpo A, B y C; son una oda al agradecer, estar, ser, agradecer el aquí y el ahora, sentirlo y vivirlo conscientemente, entendiendo que somos lo que somos, ni más ni menos. Diferentes entre nosotros, sí. Únicos e irrepetibles, sí. Pero no inmortales. ¿Por qué estamos acostumbrados a darle importancia a un evento en particular, y no a nuestra propia despedida? En lo personal creo que nos enseñan a temer todo el tiempo, temer perder, temer no ser aptos para la sociedad, temer ser incomprendidos, no calzar, temer al dolor, temer al morir, temer, temer, temer. Llorar es mal visto, señal de debilidad. ¿Será que estamos educados para evadir? Evadir (nos).
Esta preparación del cuerpo nos muestra la calma, la aceptación, el agradecimiento y el sentir de ser quienes somos. Darnos respeto a nosotros mismos, a nuestra vida, a nuestra experiencia. Fluir con lo que viene. Del polvo somos y al polvo volveremos… ciclo de la vida interminable, justo y necesario. Mirarnos al espejo y reflexionar sobre qué nos debemos… (Honrarnos) Así como en El Teatro.
Yo sentí el teatro a través de la computadora y del teléfono, por medio de los videos y las fotografías tan acertadas, escuchando esas voces familiares y hermosas con palabras tan sencillas, tan suyas y mías, desde la el blanco y negro, hasta lo florido y colorido, desde la música suave hasta la percusión casera, la observación del viento, del sueño, del susurro. Las preguntas existenciales en La Vela, esa historia que no se cuenta pero se ve, y se entiende entre líneas. El sabor de la empanada de chiverre y el olor a café mientras se reza, por compromiso, incómodamente pero con el corazón presente y abierto. Ese abrazo final y solidario que todos necesitamos y ahora añoramos…cómo El Teatro.
Gracias Raíz Teatro por este trabajo tan fino, tan orgánico, tan necesario. Gracias por esta terapia emocional y existencial, por su esfuerzo y amor por este oficio y arte que llena, que nos llama. ¡Arte que muy al contrario de morir; nuestra Hermana Muerte lo muestra, lo defiende y le da vida!
No pueden dejar pasar esta oportunidad de disfrutar y encontrarse con Sorella Morte y sus creadoras y creadores. Gracias por acompañarme en este viaje, el mío fue inolvidable.
Aplausos. Muchos.
María Antillón Morales.
Actríz