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Por Guadalupe Apú Hidalgo
Para poder escribir sobre el tema, debo iniciar por un lugar íntimo, mi formación y visión del mundo teatral en distintos momentos de la vida. Yo soy de las que desde pequeña decía: cuando sea grande voy a ser actriz. Mi mamá siempre me metía en cursos de ballet, teatro, algún instrumento y yo era inmensamente feliz, además a partir de mi segundo grado de primaria ingresé al maravilloso mundo del Conservatorio de Castella. Ya no solo llevaba cursos en vacaciones y los fines de semana, sino que todos los días tenía una nueva experiencia que amaba.
En undécimo año no fue difícil elegir carrera, ni tampoco universidad. Recuerdo decir, en alguna de esas preguntas de entrevista, de cómo veo en cinco años y la respuesta fue: Trabajando como periodista entre semana y dando funciones de teatro los fines de semana. Pensaba que era algo en encadenamiento: kínder, primaria, secundaria, universidad, trabajo; lo daba por sentado. Por supuesto, desconocía la magnitud del espacio entre universidad y trabajo, pero en lo que fui más ilusa, fue en pensar que la gente que salía en las películas, obras de teatro, series de televisión y comerciales eran las personas preparadas en actuación.
Al salir de la universidad hice, hago, gran cantidad de audiciones y castings, desde mis diez años esas palabras están en mi vocabulario. A la vez que estudié Artes Escénicas llevé otras carreras, y trabajé en otras cosas más cercanas a la comunicación. Al teatro no lo abandoné, pero hacía lo que yo creía que era lo único que podía hacer: esperar que me llamaran, acercarme a academias, al teatro comunitario y seguir haciendo audiciones, castings. No solo eso, le escribí a muchas agrupaciones, directoras y directores en donde básicamente me les ofrecí, sí lo hice, pensaba “si no me conocen cómo me van a contratar”, debía aunque sea presentarme. Fue muy fuerte terminar la carrera y preguntame ¿y ahora?
Llegó un momento en mi vida en donde logré alguna estabilidad económica que buscaba empedernida dentro de las artes escénicas. Y ya ahí la siguiente pregunta fue ¿cómo hago para producir, actuar, dirigir, escribir…? ya me había ofrecido, ya lo había intentado con unos amigos de la universidad, y esperar que me llamaran se estaba haciendo eterno. Ese fue el momento de emprender. Ya estaba decida, me estaban diseñando un logo, pero mientras eso estaba pasando, una vez más que me encontré en un camerino con diez mujeres más, todas con un perfil parecido al mío, audicionábamos; solo una iba a tener el papel y conversaba con Martha Arrieta de lo cansado emocionalmente que son esos procesos. Ahí nos dimos cuenta que estábamos deseosas de emprender, luego de una o dos reuniones decidimos unir fuerzas. Así nació Las Verbenas en marzo de 2019.
Actualmente Las Verbenas está bajo mi dirección y trabajamos por proyectos con distintos artistas. Apenas tenemos un año, el año con más aprendizaje en cuanto a gestión y producción teatral en el país. Tenemos varios proyectos escénicos montados y siento que lo vamos haciendo bien, asentando bases, con muchas ganas de seguir aprendiendo y unir fuerzas con más personas. Además, tenemos un eje de investigación, algo que quería hacer desde que era estudiante, pero no me atrevía. Diría que la base de todo es tener ideas, atreverse y hacerlas realidad. Pero, una tarea aún sin resolver como directora de una agrupación es el parte económica, no es autosostenible. Desconozco si las demás agrupaciones de teatro en Costa Rica lo son o no, si el pago a todo el equipo es siempre justo, si todos los gastos son recuperados o si tienen ganancias para luego invertir. Hasta el momento trabajo en otras áreas y ahorro para invertir en mi emprendimiento y así poder hacer lo que amo.
También he aprendido que es cierto que se buscan más habilidades blandas con las personas que se trabaja que cualquier otra cosa. Nadie quiere trabajar con a una persona especialista con una pésima actitud o irresponsable. Por eso trabajar con amigos es bueno, pero con amigos que cumplan en sus trabajos. Pienso que la Universidad de Costa Rica fomenta más – que la Universidad Nacional – ese ambiente de propiciar más la vinculación entre semejantes y la autogestión. Trabajar para el sector cultura no es fácil ni estable, es un mundo muy competitivo, mayormente mal pagado y menos preciado. Opino que las personas artistas tenemos algo de masoquistas, hay algún placer ser persistentes y pasar penurias para conseguir lo que se quiere. Así seguimos trabajando y adecuándonos a este inolvidable 2020 y para el futuro de Las Verbenas.