El pasado 10 de noviembre del 2018 asistimos al Teatro Giratablas a un coloquio donde compartimos experiencias y reflexiones con relación al Arte y la Discapacidad. Yo iba como parte de la audiencia y Cristina Barboza (nuestra Actriz y Docente en Educación Especial) era parte de los panelistas que compartían su experiencia cotidiana.
Entre los panelistas estaban personas con o sin discapacidad física, actrices, actores, directores y directoras de teatro, gestores culturales, docentes; todos con una base en común: hacer arte, hacer cultura. Nos dispusimos a escuchar la experiencia de cada uno de ellos para luego; compartir entre todos nuestras visiones y expectativas.
Estar ahí, inevitablemente me hizo reflexionar en lo cobarde que fui por años. Una cobardía quizá por falta de información pero una cobardía al fin, que no tiene excusa porque siempre pude haber hecho algo para mejorar(me) como persona. Y es que yo siempre fui una persona que no se acercaba a una persona con alguna discapacidad por puro miedo.
Sí, me daban miedo las personas sordas, las personas ciegas, las personas con alguna discapacidad intelectual; entre otras. Un miedo infundado… bueno, un miedo fundamentado en lo que escuché por años en mi casa, en la calle, en mis círculos cercanos: ¡Ay, pobrecito(a)! ¡Está jodidito(a)! ¡Está loquito(a)! El enfermito(a). El(la) mongolito(a); entre otros muchos términos que ahora desprecio. Un miedo que discriminaba, porque apartaba(me) porque excluía(me), porque ignoraba(me).
Somos nosotros, la sociedad, quienes construimos las barreras para nuestros hermanos.
Ya cercana a mis cuarenta (sí, desperdicié MUCHOS años de mi vida siendo aquella ignorante que además discriminaba) me dije: mae Pey, este sentimiento tuyo no es normal. Mae Pey, ¿Por qué sos así? ¿Qué pasa, ahora siendo profesional en muchas áreas, si se te acerca una persona – sorda, por ejemplo – para preguntar algo, para solicitar un servicio…o para conversar tan solo… y me avergoncé de mi.
Hice una revisión de mi, y en efecto todas mis profesiones y oficios tienen que ver con el contacto directo con personas. Y no era inclusiva. Ya había tenido la experiencia de un grupo de personas ciegas que llegaron a una función de “Viajemos en Comedia” y recuerdo que cuando me llamaron para reservar entré un poco en pánico desde el egoísmo: será que entenderán mi trabajo, será que la pasarán bien como quienes ven… Y llegaron, con sus perros guía se sentaron en las butacas a disfrutar.
Ha sido una de las mejores funciones de Raíz Teatro.
Ya luego me propuse aprender LESCO. No es posible que otras lenguas sean “el plus” cuando existen tantas personas sordas a mi alrededor. No es posible que, por puro “miedo”, no me pueda comunicar con una persona sorda. Y me lancé, aprendí LESCO.
Quiero ser una persona con las herramientas para no discriminar, para incluir. Quiero ser una persona que promueva en su Compañía Raíz Teatro estos detalles.
Así que como directora de Raíz Teatro analicé y concreté que nuestro trabajo debe ser para todos. ¿Cómo? Pues como directora general y artística: me capacito y promuevo la capacitación entre las raicitas, priorizo espacios para presentarnos donde haya accesibilidad, promuevo espacios de educación no formal para todos. Y ahí vamos paso a paso, intentando mejorar.
Ese día en el Giratablas conversábamos que es triste ver como existe mucha gente que lucra con la discapacidad; pero también resaltamos el trabajo de tantas y tantas personas con alguna discapacidad que se dedica a las artes y cada día buscan como visibilizarse. Todos, debemos procurar los espacios (físicos y para la creación artística) sin barreras, para algún día llamarnos: sociedad.
Katherine LaPey Peytrequín Gómez
Directora General y Artística Raíz Teatro