Raíz…
Yo oigo ese nombre asociado a un grupo de teatro y me representa un espacio necesario de encuentro, de diálogo y de búsqueda. A lo largo de tantos meses de ser testigos silenciosos de tantos ensayos y de tanto trabajo, los frailes franciscanos hemos podido disfrutar de verdadero arte precisamente “en el patio de atrás” de nuestro convento. Los artistas han estado utilizando durante largo tiempo de una de las aulas del colegio, gustosamente cedidas por el director, fray Walter. ¡Un verdadero privilegio! Teatro del bueno tan cerca nuestro, que se nos hizo muy normal ver llegar a actores y a actrices para dedicarse con pasión y con entusiasmo al quehacer dramático.
Todo un drama fue ver cómo se daban a su tarea, el trabajo de hacer teatro, con una gran dosis de lucidez, humor, versatilidad, valentía… en todo eso hay una rara belleza. Con su vehemencia, su gracia y su fuerza, nos hicieron reflexionar tantas veces sobre la vida, la sexualidad humana, los sistemas de opresión en la sociedad, el amor en la pareja… todos temas de nuestro interés, y siempre tratados con una gran delicadeza e ingenio, sin vulgaridad ni desprecio.
Allí, con Raíz en sus ensayos, en ese lento tanteo, hemos podido ver que el teatro tiene mucho de sacrificio. Es una entrega, un disfrute, un darnos a los espectadores otros lentes para ver lo que somos y lo que deberíamos ser. Raíz me ha enseñado a reírme de mí mismo y al mismo tiempo señaló un camino de introspección y de análisis. Sí, el teatro puede ser también contemplación.
Allí, con Raíz en sus ensayos, en ese lento tanteo, hemos podido ver que el teatro tiene mucho de sacrificio. Es una entrega, un disfrute, un darnos a los espectadores otros lentes para ver lo que somos y lo que deberíamos ser. Raíz me ha enseñado a reírme de mí mismo y al mismo tiempo señaló un camino de introspección y de análisis. Sí, el teatro puede ser también contemplación.
Y qué rico fue participar en esos conversatorios después de un ensayo, cuándo podíamos aportar nuestros puntos de vista sobre el montaje, hacer crítica de la constructiva, de la fraterna, que es por la que apostamos en nuestro estilo de vida. En ese compartir reflexiones yo me sentí muy cerca de esas mujeres y hombres que han querido soñar con un modo de hacer teatro que no es para nada banal o insignificante, sino relevante y audaz.
Celebro el talento que derrochan, esa rara alquimia de sentimientos, gestualidad, emoción, histrionismo y noble actuación, que nos llevan por otros rumbos cuando nos sentamos a presenciar una buena obra. Todo eso ha sido el fruto de un quehacer colectivo que orquesta con gran diligencia y sumo profesionalismo la Directora Peytrequín… No puedo sino agradecerles el trabajo que realizan para sacar el teatro costarricense de lo repetitivo, insípido y cansón. En sus ensayos hemos podido ver el genio humano hecho propuesta e invitación a ser cada vez más personas, más responsables, más amorosos/as. Es como ir a la raíz de nosotros mismos. Magnífico brete.
Fray Jorge Dobles
OFMConventual